Reforma energética
José Rubinstein
11-Abr-2008
Felipe Calderón esquivó durante 22% del tiempo que abarcará su mandato el enfrentamiento directo con su sinodal de cabecera, cotidiano y feroz crítico de sus acciones y omisiones.
Finalmente fue el presidente Calderón quien asumió la responsabilidad de presentar ante el Senado la propuesta de ley sobre la reforma energética.
Qué orgullo ser dueños de Pemex, pero, a lo macho, ¿qué beneficio concreto hemos obtenido de Pemex quienes no la hemos dirigido y a su sindicato no pertenecemos?
Existe una sola coincidencia general: Pemex ha sido mal administrado, utilizado como botín por funcionarios, líderes sindicales —qué representativo resulta que el charrito de Pemex haya servido de inspiración para distinguir a los “líderes charros”—, proveedores, concesionarios, en fin, aves de rapiña que sin piedad han devorado a la paraestatal hasta convertirla en una de las empresas más endeudadas del mundo. Orgullo nacional convertido en vergüenza nacional.
El dolor se agudiza tras la milagrosa bonanza en los precios del barril de petróleo, que prácticamente multiplicaron diez veces su valor, lo que a México en los últimos cuatro años le significó ingresos extra por aproximadamente 40 mil millones de dólares —el costo de cuatro superrefinerías—. Repito, el dolor se intensifica cuando constatamos que de este maná a Pemex nada le quedó. Los ingresos extraordinarios derivados del petróleo fueron en su mayoría repartidos a los estados de la República, para otros rubros y se consumieron en el gasto corriente. Y para que de verdad duela, más de 90% de los ingresos obtenidos por Pemex fueron a parar a las insaciables arcas de la Secretaría de Hacienda.
El remoto mañana se convirtió en hoy. Con un mínimo mantenimiento a la planta productiva, sin equipos de perforación adecuados, sin crear nuevas refinerías —es más, la de Azcapotzalco se cerró—, importando a altos precios más de 30% de la gasolina que consumimos, con reservas petroleras únicamente para los próximos nueve años, insuficiente capital y carentes de la tecnología requerida para extraer petróleo de los mares profundos, concluimos que no hay cosecha porque simplemente no hubo siembra.
Simultáneo a nuestra bacanal petrolera, varios de los países que alzaban el cuello para observarnos en el cuadro de honor mundial de productores, ahora se ven precisados a bajar la mirada para ubicarnos en dicho contexto. Una constante en la historia de éxito de estos países es haber establecido alianzas estratégicas con capital privado externo y sabido salvaguardar su soberanía nacional.
El espíritu de la reforma presentada por el presidente Calderón es pragmático, privilegia lo posible a lo deseable y comprende que el límite de la misma es la modificación constitucional. La reforma aludida consta de un paquete de cinco iniciativas, que pretenden otorgarle a Pemex plena autonomía de gestión y proporcionarle la flexibilidad para negociar contratos con particulares. Podría Pemex contratar a empresas profesionales que construyan y operen nuevas refinerías y exploren aguas profundas. Pemex tendría una nueva estructura administrativa, con amplias facultades de administración y contratación. Se crearían un nuevo tipo de petrobonos, los bonos ciudadanos, concatenados al rendimiento de la empresa. Asimismo, propone que el precio de los contratos se determine en el transcurso de su ejecución, sujeto a una evaluación de desempeño. Se instalaría un régimen de permisos administrativos, con la presencia de los sectores social y privado, en el transporte, almacenamiento y la distribución de productos derivados de refinación, del gas y de la petroquímica básica.
Para el sinodal López Obrador y su mermada porra, cualquier iniciativa significa privatizar. Cierto, la burra no era arisca, sin embargo, en el compartido afán por romper la inercia deben concretarse acuerdos y establecer los candados necesarios para no repetir lamentabilísimas experiencias y, por encima de todo, salvaguardar la soberanía nacional.
El Senado anticipó la celebración de debates previos a cualquier votación y consideró incluso la participación de López Obrador.
Sin embargo, como se vuelve costumbre, las tribunas de las cámaras fueron asaltadas por legisladores representantes del FAP. Arcaicas mentalidades que anteponen la bronca al diálogo.
Coraje, impotencia, vergüenza, indignación, frustración, enojo, provoca la actitud de estos cobradores de dietas que sólo se rinden cuentas entre sí.
Sigan restando. El próximo año hablaremos los electores.
jrubi80@hotmail.com
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