Otro 15 de septiembre un grito más de independencia, una magnifica oportunidad de pensar un poco acerca de lo acontecido en estas tierras desde que somos una nación independiente, lo cual se proclamo el 27 de septiembre de 1821, de la mano de Agustín Iturbide; al cual, a los conservadores como yo quisiéramos verle en un lugar más digno en la historia oficial.
La lucha por la independencia se dilato once años, en la mayoría de ellos no pasaba de ser una guerra de baja intensidad con algunos frentes esporádicos, y con unas pocas cabezas que la mantenían,entre ellos Vicente Guerrero, unos de los caudillos que llegarían a consagrar la lucha libertaria que comenzó el cura Miguel Hidalgo.
El siglo XIX vio nacer a la nación mexicana, que primero se proclamó en Imperio, con sueños de grandeza y poder; los cuales se fueron consumiendo con el tiempo. De revuelta en revuelta, de revolución en revolución, de intervención extranjera, en intervención, en este siglo pocos fueron los años de tranquilidad; solo una nueva revuelta originada por el Pan de Tuxtepec encabezada por Porfirio Díaz, la cual tenía como consigna la no reelección le daría algunos años de tranquilidad a la república restaurada y defendida por Juárez. Tranquilidad que duró hasta la primera década del siglo XX.
Pero quiero remontarme a esos primeros años del siglo XIX en los que se conformaba el movimiento social que daría paso a la independencia de la corona española, de como en esos primeros años se dieron los acontecimientos necesarios para que el movimiento independentista finalmente estallara, al llamado de un cura de una parroquia de Dolores, en el estado actual de Guanajuato.
Para la poderosa monarquía española el poblado de Dolores, les decía muy poco, no podrían imaginar que aquí comenzaría la lucha por la libertad.
Ese grito que conmemoramos cada 15 de septiembre a las 11 de la noche, como ritual, en el que la catarsis del nacionalismo llega a su punto más encumbrado, cuando nos sentimos más mexicanos que nunca, y el resto del mundo nos vale madres. Con esta ceremonia recordamos el llamado del cura Hidalgo, lanzando vivas a la patria y a los héroes que nos dieron la libertad de la corona española.
Aunque ahora ya no lanzamos vivas a Fernando VII, como si lo hizo el padre de la patria, no por que fuera un traidor, de ninguna manera; sino, por que la lucha que quería Hidalgo era la de reivindicar la obediencia del pueblo mexicano a su legítimo rey; pues para esos años Fernando VII había tenido que abdicar al trono, para dejar la corona en manos de José Bonaparte hermano de Napoleón.
Así la lucha de independencia comenzó con la idea de restituir la corona a quién le correspondía, de paso darle un mejor lugar a los criollos, y brindar a los indígenas un verdadero reconocimiento, como ciudadanos del reino. El mensaje no se entendió sobretodo las cosas cambiaron con la toma de la Alhóndiga de Granaditas, en la que la turba encabezada por Hidalgo se salió de control, asesinando a mujeres, niños y ciudadanos españoles que ya se habían rendido.
Este hecho reveló que el llamado de insurgencia había conjuntado diversas ideas de lo que se perseguía, así los indígenas buscaban un movimiento de reivindicación de revancha contra el invasor, de venganza contra el imperio que los había reprimido durante tres siglos, y que por poco los confinaba a la extinción. Esta lucha era muy diferente para los criollos que la encabezaban, ellos no querían desaparecer el estado actual de las cosas, ni se pensaba en abolir la condición de castas, no se tenía en mente una lucha libertaria que reivindicar los derechos del hombre, poco tenía en común con lo acontecido en el vecino del norte, la concepción de república vino después, durante la lucha, con los intentos de Morelos de dotar al movimiento insurgente de un ideal, ese ideal sería plasmado en el documento Los Sentimientos de la Nación.
Imaginemos la nación que se presento a los ojos del mundo un 27 de septiembre de 1821, lo diversa, grande, prometedora, conflictiva que era, como se gobernaría una nación así, tan distinta, tan grande, en la que convivían diversas cultura, con distintas lenguas, con mayoría indígena, con una pequeña población europea, con una religión que la unificaba, pero con un poder clerical que no permitía la movilidad social, que proclamaba más por mantener la estructura social heredada de la colonia, sin una identidad nacional definida. Era México si, pero no la idea que hoy tenemos de México, era la América Mexicana, la antigua Nueva España, era la patria nueva, la que había que construir, la que hoy seguimos construyendo a diario.
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