Durante mucho tiempo he sido renuente a esta posibilidad, sin embargo debido a los distintos eventos creo que es necesario plantearse de manera seria la posibilidad de la legalización de las drogas.
Hace tres años el presidente Calderón decidió lanzar una guerra contra el crimen organizado, el ejercito salió a las calles, a retomar el control de los territorios ocupados por el crimen, a restablecer el Estado de Derecho, y a devolver la tranquilidad a esas zonas.
A tres años, la estrategia del gobierno federal atraviesa por su crisis más profunda, una serie de sucesos lamentables han escavado en la conciencia pública, y muchos hoy tienen la impresión de que esta guerra se va perdiendo, algunos más se preguntan sobre la conveniencia de continuar en ella.
Esta es una guerra donde la derrota no podría contemplarse porque sería la derrota del estado mexicano, el cual tendría que admitir que ya no manda en algunas partes de su territorio, y que podría estar en riesgo el control del resto.
Puesto así parece que no convendría dejar la lucha, y que habría que llevarlas hasta sus últimas consecuencias. Creo que no es necesario un repliegue de las fuerzas que combaten el crimen, pero que si es urgente un cambio de estrategia, y la creación de instrumentos de control en esta lucha, para las corporaciones e instituciones involucradas en este combate.
A donde quiero llegar, al que casos como el de los estudiantes que murieron en el enfrentamiento entre el ejército y los criminales, no corra por los causes tan lamentables por donde a ido este. Si por algo se caracterizado este caso es por la opacidad en la información, la negación de los hechos, la mentiras explicitas, y porque no hay nadie que se haga responsable (un problema muy nuestro).
No hay a quien pedirle cuentas, no hay quien pueda aclarar los hechos, y la incertidumbre, las dudas y la desconfianza crecen. ¿Cómo poder confiar en las autoridades? Si estas actúan de manera tan lamentable en un caso como el de los estudiantes del Tec.
La percepción generalizada hoy es que el Estado mexicano va perdiendo la guerra, y que el costo social cada vez es más alto. Los errores en comunicación, y rendición de cuentas están palpables en los ejemplos de los últimos meses. Uno de comunicación fue haber llamado pandilleros los jóvenes que asesinaron en Juárez, y los de rendición de cuentas, son múltiples como el del caso de el joven que apareció muerto después de que se había grabado su detención por parte de un grupo de marinos. Hoy resulta que nadie sabe como murió, ni en qué circunstancias.
Esto aunado a lo que ya se venía haciendo costumbre en los noticiarios mexicanos, el recuento de los muertos de todos los días, las narraciones de las balaceras en distintas ciudades del país, las acusaciones sobre el abuso de las autoridades, y en general lo que se ve por encimita, da la impresión de que las cosas no van bien, de que los errores de las autoridades son mayúsculos, y de que son incapaces de brindar seguridad a muchos mexicanos; hay una sensación de desamparo.
El crimen en México es muy variado, su expresión más publica es la que dan los carteles del narcotráfico, donde se ven ejecutados, y operaciones de esta a plena luz del día, pero no es el único fenómeno delictivo prospero del país, hay toda una industria del secuestro que opera en el centro del país. Todo en el marco judicial donde el 96% de los delitos no se consignan. Hay una ventana de oportunidad enorme par el crimen.
Pese a todo las tasas de criminalidad medida en homicidios por millón de habitantes, aún esta alejada de la que presentan países como Colombia o Brasil. Pero esto no es un consuelo para los mexicanos, ni significa tampoco que los medios estén trabajando tenazmente para crear un escenario de terror en las atosigadas conciencias mexicanas.
Los hechos son contundentes, los muertos tienen nombre y apellido, que no se tenga la capacidad estatal para identificarlos no quiera decir que no existan, sino, que el estado mexicano es incapaz de identificar a sus ciudadanos eficientemente.
La realidad ha sobre pasado las expectativas, y esta colmando los sistemas, es más los ha rebasado, la capacidad de investigación de las procuradurías ha sido rebasada, por eso ese lugar común de culpar al crimen organizado se la vuelto tan socorrido en las investigaciones policiales porque explica sin dar razones, muertes, asesinatos, secuestros y sin dar mayores detalles. Decir que al alguien lo mato el crimen organizado, equivale a decir que no se sabe quien los mato, y que los más probable es que no se sepa nunca.
Está por demás decir que esto no es sostenible para un estado con ambiciones de prosperidad y progreso como el nuestro. Sin garantías mínimas, no hay estado que funcione; si salir de una biblioteca en un campus universitario o asistir a una fiesta con los amigos son ahora actividades de alto riesgo, no hay forma de decir que se puede garantizar la seguridad de los ciudadanos, y menos sus inversiones.
Es en este contexto en el que creo que se vuelve necesaria la reflexión sobre la conveniencia de la legalización de la venta y transporte de drogas. Y no porque crea fervientemente que está legalización sea la solución al problema de inseguridad que padece parte del país, sino, porque es un elemento que abona a la solución del problema.
Hay ahora mismo grandes grupos armados metidos en el negocio de la venta ilícita de drogas, es urgente quitarles el monopolio del negocio en el país, cerrarles definitivamente la veta de ingresos, en el mercado nacional, aunque quedaría pendiente el control del tráfico de drogas al mercado norteamericano, y constituye en sí mismo el mayor generador de ingresos para estas bandas.
Aún veríamos enfrentamientos de bandas por el control del tráfico de drogas con destino a los Estados Unidos, pero no veríamos la lucha por la plaza, ni los sobornos a las autoridades por dejarlos operar, ni los ajustes de cuentas entre bandas, y se afectarían las operaciones locales de las bandas, que carecerían de una de sus fuentes de financiamientos más importante.
Ahora se tendría que plantear un sistema de funcionamiento de la agencias antidrogas de los dos países para mantener el control en medida de los posible del traslado de drogas con rumbo a los Estados Unidos, el problema sería más de ellos que nuestro, pero aún así habría que darle a nuestros vecinos todas las garantías, de que la droga es legal en el país, pero que no es legal su exportación, tal y como ellos hacen con la venta de armas.
Sin duda es un tema complejo, pero no podemos permitir que gente inocente muera innecesariamente en una guerra que puede plantearse en otros términos, aunque las bandas hoy armadas se tendrán que seguir combatiendo, pues difícilmente cederán el poder acumulado al día de hoy.
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